domingo, 20 de julio de 2008

IMAGINARIO URBANO – PASADO Y PRESENTE

IMAGINARIO URBANO – PASADO Y PRESENTE

Por Arqs. Marcelo Fraile, Susana Ricagno

“Hace miles de años, cuando había escasa provisión de pergaminos, la gente escribía una y otra vez sobre viejos pergaminos, produciendo lo que se llamaba palimpsesto. Había escritos debajo de cada cosa escrita”.

Del mismo modo una ciudad día a día es re-escrita una y otra vez, siendo la arquitectura el instrumento y la expresión de una época traducida en espacios. Ambas como producto cultural del hombre implican un proceso dinámico que ineludiblemente ofrece cambios en la imagen urbana. Mucho más acentuados y desvirtuados en nuestros tiempos donde el “déjà vu” es una inquietante patología de la memoria mediante la cual se permite revivir algún fragmento del pasado caracterizando al sentido común posmoderno.
[1]

Al hablar de imagen hacemos referencia a la representación mental de algo, como la expresión de una idea con la cual se guarda relación.
En una ciudad la imagen esta estrechamente relacionada con su memoria. Entendida esta última, como “la facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado”
[2].

La memoria es un rasgo principal del hombre, que lo identifica y le imprime carácter e identidad. El hombre, ser único e indisoluble, constituido por cuerpo, mente y espíritu, con características propias que lo diferencian de otros, que le otorgan cualidades y defectos, y como ser individual y social necesita para desarrollarse plenamente mostrar y demostrar su individualidad a la vez que necesita de los otros de su especie para conformar un hábitat humano digno, tanto físico como intelectualmente.
El hombre necesita de la comunidad, nace y vive en ella, tomando una serie de características que le imprimen un sello particular que lo identificara como parte de la misma para el resto de su vida, y del cual nunca podrá renunciar. Del mismo modo este hombre no solo tomara de la comunidad, sino que también en un doble juego, aportara elementos que se transmitirán a las futuras generaciones, estableciendo una comunicación con la ciudad y sus partes, dentro de un sistema de relaciones de imágenes y sensaciones que le permiten construir su memoria y la memoria colectiva. Esta se relaciona estrechamente con “los hechos y acontecimientos a los que en su momento dio cobijo”, “es por esto que los conservamos, como un testigo de algo que deseamos que siga ocurriendo de tal manera o tal vez como recuerdo de algo que preferimos que nunca mas suceda”.
[3]

La memoria presenta un doble carácter de temporalidad y especialidad. Es temporal ya que como vimos, está relacionada estrechamente con el devenir histórico, con el decursar del “tiempo”. La memoria colectiva trasciende nuestra vida humana, sin ella el ser social no posee identidad. A la vez que es espacial, ya que estos hechos requieren de un “lugar”, espacio físico tangible, mensurable, cuantificable para realizarse.

De todas las memorias existentes, la memoria construida o memoria física es la más compleja, conjuga múltiples y diversas situaciones, y es la más difícil de negar ya que está presente en forma material, pese a que la ignoremos, seguirá estando allí en como un mudo testigo de “nuestro diario vivir”. Es por ello que podemos estudiarla, investigarla, vivirla e incluso simplemente solo contemplarla. “La memoria construida encierra en su expresión partes importantes de la historia de las comunidades, de la gente y de sus modos de hacer y de sentir, ya solo por esta razón debería ser mirada con cuidado, respeto y atención”
[4].

El hombre a lo largo del tiempo ha creado espacios - viviendas, templos, palacios, plazas, calles - definiendo de este modo un entorno, con limites claros, demarcando un territorio que le es propio, un espacio arquitectónico y urbano que el domina y dentro del cual se siente protegido. En la ciudades el individuo se reconoce, en ella se identifica, y se vincula con otros como él.
A lo largo de la historia ha buscado estructurar el mundo buscando el equilibrio a fin de sentirse protegido. Para Ortega y Gasset, la cultura es “lo que salva del naufragio vital, o que permite al hombre vivir sin que su vida sea tragedia sin sentido o radical envilecimiento”. Y es a través de la cultura en donde el hombre encontrara la solución: ”la morada para el hombre”, así utilizara la ciencia, la filosofía y la religión, como herramientas para hacer de este mundo un lugar un poco más humano. Pero este mundo no es un mundo estático, sino que esta en constante transformación, es un organismo vivo y como tal va mutando, cambiando de acuerdo a la época. Ortega y Gasset, un poco mas estricto en sus pensamientos plantea los conceptos de “épocas acumulativas”, en donde existen un equilibrio entre lo propio y lo heredado, y “épocas eliminatorias”, épocas heterogéneas, donde el equilibrio natural se ha roto, debido a tendencias que se le atribuyen a conductas propias de los animales y del hombre con el fin básico de conservar la especie.

Asumir la ciudad como producto cultural de una comunidad, es decir, como beneficio de la relación entre el hombre como hacedor, y de la naturaleza como soporte y condicionante, tomando una inalienable impronta sociocultural propia del “ir construyendo la ciudad” a través de la vida cotidiana social e individual al mismo tiempo, nunca ajena a sus protagonistas, nos permite plantear que en nuestras ciudades existen muchas memorias. Donde se conjugan un constante hacer y rehacer, escribir y re-escribir como decíamos al inicio. Un constante cambio y múltiples transformaciones, sucesos, eventos y acontecimientos rellenan nuestra vida, y es a través de estos que fluye nuestro pasado.

La ciudad supera las formas del espacio físico definido por lo material que la sustenta, al alcanzar un estado que trasciende a lo social en tanto modos y formas de vida y convivencias que la convierten en un espacio social de gran significado. Es por ello que se manifiesta tanto en lo tangible como en lo intangible, en esta última cuestión nos interesa por estar estrechamente vinculada con el concepto de “memoria colectiva”, en donde el hombre, ese ser mortal que busca perdurar en el tiempo, encuentra elementos simbólicos que lo caracterizan e identifican en su ambigua condición, ya mencionada, de ser social y ser individual. La memoria colectiva, va más allá de la vida física del individuo, sin ella este no posee una identidad como ser social y es a través de la misma que se vincula con el pasado de su comunidad, generando una conexión con el presente y proyectándola hacia el futuro.

El sistema de relaciones que el hombre establece con la ciudad y la arquitectura, creando imágenes, formas materiales, recuerdos y sentimientos, mediante una serie de procesos que definirán pautas y modos de comportamientos de los seres humanos, está estrechamente vinculado con su pasado, y del cual pese a negarlo en mucho de los casos no llega a borrarlo.
Es a través de la memoria colectiva con lo que se establece ese dialogo entre pasado y presente, entre las viejas y las nuevas generaciones. John Ruskin decía: “Podemos vivir sin arquitectura: pero no podemos, sin ella, recordar”.

Entender la memoria construida es una tarea compleja, por la diversidad y multiplicidad de situaciones que engloba. La memoria de una sociedad se apoya en el patrimonio caracterizado por la presencia de valores, en la materia como un soporte del mismo. De allí la importancia, de preservar lo que se tiene, ya que lo que se destruye es irrecuperable. Esto justifica todo intento de conservación.

El carácter intangible de una ciudad se manifiesta en la imagen que el hombre, en tanto sociedad, construye a partir de los elementos, materiales e inmateriales, productos de la experiencia acumulada que reflejan cada momento con sus circunstancias. Así se vinculan formas y símbolos creando imágenes particulares como rasgos característicos de cada sociedad. Tratar de conservarlos, es una actitud humana mediante la cual buscamos trascender con ellos, estableciendo un equilibrio con nuestra propia condición. Desde nuestra ótica de arquitectos conservadores creemos que las intervenciones que modifican la imagen de nuestras ciudades, sean cuales sean estas, deben ser regidas por el respeto a la integridad estética, histórica y física, buscando el equilibrio ambiental, la preservación de las imágenes que conforman la memoria colectiva, rescatando la materialización de la identidad y, por sobre todo, pensando desde y para el hombre como hacedor y receptor de ese producto cultural que será incluido en su memoria. Proyectando desde el hoy hacia un futuro, sin negar el pasado.

El estudio de la imagen urbana de las diferentes épocas de nuestras ciudades debe apuntar a interpretar el significado del hacer arquitectura y ciudad correspondiente, para poder proponer desde allí la revitalización de estos sectores y su conservación, evitando se transformen en segmentos impersonales altamente densificados.

El estudio de casos

Tratar de hablar de la imagen que le confiere identidad a las ciudades latinoamericanas, y en especial a las Argentinas nunca fue tarea fácil. Pese a tener un origen común, cada una de ellas, cada región, cada ciudad ha adquirido características que le son propias y que le confieren una identidad particular, con rasgos diferenciados que definen su imagen y le confieren identidad. Sin embargo, cinco siglos después del descubrimiento de América, muchas de estas ciudades no han podido asumir esta realidad como propia. Constantemente mirando hacia el exterior, a lo largo de nuestra historia, siempre buscando participar de la suerte de otros, negando muchas veces la propia imagen mucho mas rica, compleja y, sin lugar a dudas, apropiada.

Las premisas definidas de antemano, en un lugar tan lejano como España, el adelantado debía adaptarlas a las diferentes condicionantes que la naturaleza le presentaba en sus múltiples escenarios. Ciudades con trazado español, fueron poblándose de construcciones levantadas en mas de los casos con técnicas y mano de obra indígena, utilizando los materiales locales. Estos tres factores: españoles, aborígenes y naturaleza van a fundirse conformando la primer imagen de las ciudades en nuestro territorio.

Parados en el hoy, nadie puede negar, que nuestra existencia ha quedado marcada por la fuerza de esta impronta colonizadora, definida en su origen por una estructura que puede distinguirse en sus calles rectas y manzanas cuadrangulares. Ciudades como San Salvador de Jujuy, Salta, Tucumán, Corrientes, Córdoba o Buenos Aires, conservan esos rasgos, que fueron alterándose notoriamente desde mediados de siglo XIX, subscriptos a la inquietante “modernización” de turno y en “favor del progreso”. Estos fueron algunos de los justificativos empleados para, por nombrar algunos, revestir edificios coloniales con fachadas neoclásicas, convertir, a principios del XX, los frentes de líneas italianizantes de las casas chorizos en modernizante “art nouveau” manteniendo por detrás la tipología de patios, permitir que las típicas viviendas de fines del XIX y primera mitad del XX, la popularmente conocida “casa chorizo”, de tradicional origen italiano, con sus fachadas armónicas que reflejaban la calidad de albañiles y constructores, trasmisoras de claros significados, en la mayoría de los casos cargadas de fuerte simbolismo, que le conferían rasgos particulares a sectores de las ciudades hoy se han transformados en una montaña de escombros para dar lugar a edificios de propiedad horizontal en beneficio de la especulación inmobiliaria o a nuevos programas arquitectónicos propios de estos tiempos posmodernos.
Sin pretender entrar en la explicación detallada del estudios de diversos casos, dada la complejidad de las realidades arquitectónicas y urbanas abordadas, solo a modo de referencia, mencionaremos algunos que, a nuestro criterio, son significativos para esta exposición.

Tal es el casos de la Escuela “Ambrosio Olmos” de la ciudad de Córdoba, en donde, a pesar de haber dejado la organización espacial de patios rodeados de galería y locales recintos, mediante la modificación de las relaciones proporcionales de los espacios y la alteración de espacios protagónicos como el hall de entrada y escalera principal, se dio paso a la construcción de un moderno “Shopping”, quedando del primer edificio de enseñaza solo el frontis con el nombre, ya que a pesar del intento de “salvar” la imagen esta se ve modificada en el cambio de las aberturas y el juego de iluminación proyectado.

Arquitecturas descontextualizadas han minado la imágenes de nuestras ciudades, donde su forma, sus alturas, destruyen el entorno compitiendo en la más de los casos con estructuras que no aportan al lugar. No podemos dejar de mencionar el casino de San Luis, donde puede verse en su “moderno” acceso, una copia de la estatua de la libertad y un taxi neoyorquino amarillo cruzado en la entrada. Algo similar sucede con el nuevo casino de la ciudad de Corrientes, en plena avenida costanera, balcón natural de la ciudad sobre el rió, fue levantado este edificio de varios pisos, con acceso en revival de castillo feudal, remarcando su forma con luces de neón y decoración simbólica que pecan en kich, entablando un diálogo irrespetuoso con el entorno.

A este modo de hacer arquitectura, no debemos descartar un poco de la vanidad de los nuevos arquitectos, en donde a fuerza de querer sobresalir, olvidados de las razones históricas del ser de las cosas, ajenos a toda ética y despreocupados de la realidad, no descartan cualquier medio para llegar a tal fin. Todo esta permitido, todo es valido. Cualquier recurso, sea la mitología persa, hindú, o la filosofía del Fen shui, que permita vender justifica la utilización de ellos.

¿Que valor tendrá para las futuras generaciones, la perdida de tal o cual casa residencial de principios del siglo XIX, solo para ahora albergar una fantásticas cocheras de dos pisos?. En donde urbanísticamente solo aportan a la ciudad paredes ciegas.
La especulación produce raros fenómenos urbanos, en donde los altos costos de los terrenos del centro dan lugar en muchas ciudades de nuestro país a soluciones de compromiso, en donde se rescatan solamente las fachadas para luego eliminar todo lo que esta por detrás, como una limpieza de conciencia. Soluciones ambiguas, que se involucran tímida o estruendosamente con la imagen urbana pero que desde la conservación del patrimonio no asumen un compromiso.

La ciudad es un organismo vivo, en constante mutación, y como tal debe ser ordenado a fin de impedir su deterioro, y a partir de este, el deterioro de la calidad de vida de sus ocupantes. Producto de este proceso orgánico son las modificaciones constantemente de la imagen de nuestras ciudades, creamos nuevas memorias, que solo el tiempo y quienes las reciban en herencia podrá determinar su validez. Pero en este complejo juego de recibir y hacer arquitectura, de escribir y re-escribir, somos responsables de la perdida de antiguas memorias, creando las más de las veces “falsas memorias” que no aportan un sentido referente a la verdadera imagen de nuestras ciudades.

San Miguel de Tucumán, a perdido parte de uno de sus barrios mas antiguos, “el Bajo”, barrio de inmigrantes, cercano a la estación de trenes, con sus fachadas de “Petit Hotel”, con sus casas de alquiler, construidas sobre la línea municipal, de alturas y colores armónicos, a dado paso a una sucesión de marquesinas, locales comerciales y vidrieras donde se ofrecen desde zapatillas importadas hasta el electrodoméstico mas insólito.

No podemos dejar de mencionar, la triste situación de las estaciones de ferrocarril, que luego de su abandono por parte del Estado, han quedado en el olvido, deteriorándose, perdiendo parte de una arquitectura muy valiosa de nuestro país. Oscuros motivos políticos proselitistas, condujeron por ejemplo a la refuncionalizacion de la estación del Ferrocarril General Belgrano transformándola en el predio ferial norte. Propuesta urbana que en solo un par de meses dio a luz, y que ahora tristemente funciona un par de días al año. Cambiando la imagen de la ciudad, en un sentido critico.

En la ciudad de Tilcara, Jujuy, ciudad de fuerte tradición histórica, con sus calles y construcciones en las que aun hoy pueden leerse nuestra historia hispánica reconocida en la memoria colectiva, en los últimos años, fruto del turismo, a comenzado a modificar su estructura y su imagen urbana. Ciudad de construcción tradicional de adobe y tejas, a comenzado a cambiar al principio en forma muy tímida, pero en donde ya comienzan a aparecer, adefesios, que contrastan fuertemente con la arquitectura del lugar, sin ningún tipo de respeto por el entorno, galpones de chapa, surgen para alojar bailantas.

Un caso particular es el poblado de Santa Ana de los Guácaras en la provincia de Corrientes, fundado en 1587 como pueblo de indios en donde la Iglesia Católica se ocupada de la organización institucional de las reducciones. Lo atípico de este pueblo es justamente el conservar su imagen urbana formada por las características “manzanas islas”, tipología urbana propia de la zona, resultado de la sucesión de casa de galería o corredor al frente que envuelven la manzana típica de la cuadrícula colonial de la época. Mediante el empleando la tecnología del momento con una particularidad en el uso y definición de los espacios, ya que el privado se conjuga con el público creando un “lugar” de transición con una fuerte carga social, y dando respuesta a cuestiones climáticas, se establece una relacionan proponiendo homogeneidad y continuidad en el trazado y la imagen. A pesara de los distintos “aggiornamienti” que ha sufrido en el trascurso del tiempo, en gran parte el pueblo aún mantiene su imagen y permite hacer una lectura de su pasado.

Durante fines del siglo XIX y principios del XX se dio el crecimiento y desarrollo de los sectores urbanos que rodean el centro de nuestras ciudades coloniales bajo los lineamientos formales del lenguaje arquitectónico de la Europa decimonónica. En aquel momento, esta se conformó como la imagen urbana de importantes fragmentos de nuestras ciudades, destacando la coherencia y armonía entre los lenguajes cargados de simbolismos históricos reinterpretados.
Los modelos de “aggiornamiento” de la ciudad, que en algunos casos se llevaron a la práctica, son propios de la modernidad, generalmente inspirados en el Plan de París de mediados del XIX, actuaron en ciertos procesos como orientadores de crecimiento y en otros como modificadores de sectores o barrios ya establecidos, dando lugar a nuevas instancias urbanas con nuevas arquitecturas y la incorporación del verde como un elemento significativo en la imagen.
[5]

El barrio de “Nueva Córdoba”, planificado a mediados de siglo XIX como barrio residencial por naturaleza, “fue la original propuesta que concilió a la ciudad “compacta” con el parque público, la calle arbolada, el boulevard, la avenida y las casas rodeadas de jardines, que fueron la expresión de esa idea”
[6]. Este barrio, portador de una imagen urbana propia y particular dentro de la ciudad, conformado como una significativa expresión de aquel momento a pasado a ser sinónimo de barrio de estudiantes altamente densificado. Las grandes casonas son continuamente reemplazadas por edificios de departamentos, donde en 25 metros cuadrados el ser humano es condenado a vivir casi en situaciones indignas. “Que importa el confort de las cloacas, la electricidad y otros artilugios si se nace en cubículos que paren placards, se vive en cubículos que parecen celdas y la gente se desplaza por pasillos que machucan los codos y mortifican el alma. Que importa que haya prodigios de técnicas si la especulación ha milimetrado el hábitat a tal punto que es un problema morir...”[7]
“... también la aparición de cafés, pub, gimnasios, etc., han modificado el uso de la calle, los horarios, los comportamientos y, evidentemente, a la relación entre las personas, haciendo difícil la convivencia, sin que ello garantice una ajustada respuesta a las particulares necesidades de los estudiantes.”[8] Desbordando aun la infraestructura existentes, sin que el gobierno pueda encauzar la fuerza de especulación inmobiliaria

En la misma ciudad, un barrio tan tradicional como Alberdi, originalmente barrio de casonas suburbanas en amplios lotes, logra su característica de mítico barrio estudiantil a partir de la instalación del hospital universitario de Clínicas en 1885 e inaugurado en 1915, y la conversión del sector en centro de vida política y social estudiantil. Sus casas intercomunicadas que armaban una verdadera red interna, y daban una imagen compacta han sido el escenario de un modo de vida particular marcado por los estudiantes de medicina, donde convivían gente de mal vivir con estudiantes generalmente de orientación política de izquierda, también sirvió de refugio para artistas e intelectuales perseguidos. Esto derivó en constantes allanamientos desde la década del ’40 que unido a cambios en la vida universitaria de la ciudad con la inauguración de la Ciudad Universitaria, el desplazamiento de la población estudiantil a otros sectores urbanos, y el ensache de la avenida Colón desvirtuaron desde entonces la imagen antes mencionada del mismo.
[9] Maltratada aún más hoy con las nuevas subdivisiones de los lotes, la contaminación visual de las marquesinas que compiten entre sí y generan un límite a partir de los tres metros de altura tapando las partes altas de las fachadas, las pintadas con colores fluor, dando cabida a usos indiferentes de estas viviendas donde pueden alojar desde gimnasios hasta bailantas. Este sector popularmente aceptado como significativo de la ciudad, reconocido como parte de la memoria colectiva, que ofrecían una imagen propia está siendo perdido como patrimonio de los cordobeses, todo es posible si tiene éxito lucrativo, todo esta permitido.

Mencionamos también la situación de la ciudad de Corrientes, cuidad de origen colonial, fundada en 1588 dentro de los lineamientos ya referidos de aquella época. A principios del siglo XX la creación de los espacios verdes recreativos inspirados en los planteos higienistas de la vanguardia europea, dieron lugar a la creación de parques urbano y la revalorización de la costa del río con la construcción de la avenida costanera concluida en la década del ’20. Esta consolidación no alteraba las calidades ambientales y el equilibrio entre lo construido y lo libre, manteniendo amplios centros libres o “pulmones de manzana”. Para la década del ’50 el centro histórico inició, primero lentamente, su proceso de colmatación y trasformación de la imagen urbana. La concentración de actividades (administrativas - judiciales – legislativas –residenciales) y la creación de la Universidad Nacional del Nordeste que establece su sede del Rectorado y algunas facultades en antiguas casa del mismo centro contribuyen a este proceso mencionado. Sin embargo, es recién a partir de la década del ’60 cuando se produce un cambio perceptible en la sociedad y la idea de “progreso” es asociada en forma directa a los edificios en altura, imponiéndose el libre juego económico en contraposición del respeto al pasado
[10]. Luego en el constante hacer y re-hacer de las ciudades se tiran casas para dar lugar a edificios en altura, contenedores de alta densidad que en su afán especulativo priman el mayor rendimiento del valor del suelo en detrimento de las calidades de vida, y la imagen urbana se transforma aceleradamente dejando atrás un perfil homogéneo que mantenía una relación de concordancia con el paisaje heredado.

Producto de la misma especulación inmobiliaria y del “escribir y re-escribir” la ciudad es el cambio de imagen que sufre uno de los primeros conjuntos habitacionales para obreros, originalmente localizados en los bordes de la ciudad hoy incorporados totalmente a la trama urbana, el barrio “Yapeyú”. Este ofrecía viviendas de perímetro libre, de una sola planta, con buena calidad tecnológica, que se caracterizaba por la baja densidad. La imagen del barrio era particular ya que el lenguaje de chalet tipo californiano, sello de gran parte de la arquitectura del gobierno de Perón, le sirvió de impronta.

No pretendemos sostener la idea de un congelamiento del pasado que hemos recibimos como herencia y que forma parte de esa “memoria colectiva” a la que hacíamos referencia, sino por el contrario, tomar de él aquellos rasgos que nos identifican como seres participantes de una sociedad, con características comunes, y a partir de allí transmitirlos a las generaciones venideras.

Dado el carácter vital de la ciudad el cambio de imagen se trata de un proceso permanente, a lo largo del cual se dejan perder memorias, se incorporan nuevas y aun se llegan a crear otras falsas. Dentro del mismo caos que puede ser el crecimiento informe de nuestras ciudades, la mayoría de las veces carentes de planes reguladores apropiados, surgen propuestas que podemos encuadrarlas de generadoras de nuevas memorias positivas que destruyen otras menos favorables. Es decir que no todo es malo en lo que respecta a las intervenciones que redefinen la imagen urbana de las ciudades argentinas en los últimos años.

Tal es el caso de “Puerto Madero”, una zona fuertemente deteriorada, abandonada, hacia la que la ciudad se negaba, ha cobrado fruto de una intervención de fuerte carácter urbano en arquitectura de tipo utilitario existente, una vida mas dinámica generando toda una serie de cambios en lo que respecta a la calidad de vida de la gente, y recuperando la apertura de la ciudad hacia el río y modificando positivamente la imagen de ese sector con la incorporación de nueva arquitectura, más allá de las particularidades de cada caso.

También se puede hablar de la recuperación y sistematización del río Suquía en la ciudad de Córdoba, cuando a partir de 1984 el municipio inicia las obras, hecho que fue revirtiendo los daños que desde principios de siglo este elemento natural sufría a causa del desarrollo industrial sin control de impacto ambiental y el crecimiento urbano sin regulación. La triste y desvalorizada imagen del río fue revertida en gran parte con las intervenciones realizadas a partir de la costanera.

A modo de cierre

La ciudad forma parte de la memoria colectiva de los individuos, y como tal se liga a los hechos que da cabida y al espacio en el cual se desarrollan, irá cambiando con el correr del tiempo, mutándose en algunos casos, negándose en otros y reafirmándose en los menos. Así, se fueron eliminando, las memorias urbanas de los pobladores, ordenándose en espacios indiferentes para ellos. Perdiendo su carácter. Tal como lo define Marina Waisman, para el caso de América Latina y puntualmente en nuestro país, los símbolos nunca fueron elaborados por las masas, sino por los grandes grupos de decisión, grupos que irán mutando con el tiempo, modificando sus intereses, cambiando sus objetivos.
Hoy en día, serán las multinacionales que con la bandera de la globalización integraran, iconos y símbolos que rompen la esencia del lugar desvirtuando o borrando la imagen que identifica a un pueblo. Es así que en pro de la globalización hemos creado ciudades borrando su memoria con los “no lugares” donde la imagen de la memoria colectiva y los valores de la sociedad muchas veces se han perdido para siempre.

No somos adeptos a la idea de quedar detenidos en determinado momento histórico ni negamos la renovación de la imagen urbana en sí, actitud esta última propia de nuestra cultura y del proceso orgánico de las ciudades, sino que pretendemos, desde nuestra formación de arquitectos conservadores y en consecuencia nuestra forma de ver y entender el mundo, que se respeten los valores de nuestro patrimonio y se mantenga el equilibrio y las características de la imagen de las distintas zonas urbanas de nuestras ciudades.

La postura frente a esta realidad en que rechazamos la importancia de la densificación producto del beneficios de una mayor rentabilidad sobre las cuestiones de dignidad de habitabilidad, en las que el factor preponderante es el hombre y el hacer arquitectura sobre el beneficio económico, dejan traslucir una postura existencial de la realidad urbana opuesta a la interpretación especulativa de economistas y planificadores.

Expresiones temporales y arquitectura importada conviven con propuestas meritorias que están formando la imagen de nuestras ciudades y se constituyen en la memoria colectiva que transferirá al futuro esta generación. Desde el momento de considerar a la ciudad como proceso aceptamos el cambio y las transformaciones en los modos de vivir y hacer arquitectura, pero la velocidad y amplificación de estos conviven improvisadamente y en discordancia formando la nueva imagen urbana.

No debemos olvidar que somos responsables de la imagen de nuestras ciudades, y que esta serán heredada por nuestros hijos, tratemos de dejarles algo digno, para que nos recuerden con orgullo.
Es un verdadero desafío para los profesionales de hoy intervenir en la imagen de las ciudades, ya sea sobre lo existente, lo cual desde nuestra óptica significa proponer el rescate de la arquitectura que tenemos, ya que esta no solo es parte de nuestro patrimonio arquitectónico sino que forman parte de la herencia cultural de los inmigrantes que nos legaron sus modos de vida y gestaron el crecimiento de nuestro país; o bien hacer nueva arquitectura, para lo cual el hacedor debe proponer nuevos lenguajes que deben evitar caer en la adopción de modelos ajenos que no hacen a la imagen propia de nuestras ciudades y llevan a la pérdida de la identidad de los grupos sociales.

Bibliografía

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· REVISTA DE LA SOCIEDAD ARGENTINA DE FILOSOFIA. Año II, Nº2 , Córdoba, 1982.


[1] VIRNO, Paolo. “El recuerdo del presente: ensayo sobre el tiempo histórico”. 1ªed. Editorial: Piados – Buenos Aires, Argentina, 2003.
[2] REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. “Diccionario de la Lengua Española”. Vigésima segunda edición. Editorial Sspasa Calpe, S. A. Madrid, España, 2001
[3] GNEMMI, Horacio. “Puntos de vista sobre la conservación del patrimonio arquitectónico y urbano”. Primera edición. Ediciones EUDECOR SRL. Córdoba, Argentina, 1997.
[4] GNEMMI, Horacio. “La memoria construida y el desafío de su conservación”.
[5] GNEMMI, Horacio. “Puntos de vista sobre la conservación del patrimonio arquitectónico y urbano”. Op. Cit.
[6] GALLO de CASTELLO, Olga y LERÍN, Felicitas. Notas para la ponencia “Los lugares del habitar y el estudiar”, presentada en la V Conferencia Internacional sobre Conservación de centros históricos y patrimonio Edificado Iberoamericano, organizada por el Consejo Académico Iberoamericano y la Universidad de Alcalá. Alcalá de Henares, España, julio de 1993.
[7] FILLOY, Juan. “Esto fui (memorias de la infancia)”, Editorial Lerner. Córdoba, Argentina, 1994.
[8] GALLO de CASTELLO, Olga y L LERÍN, Felicitas. Op. Cit.
[9] WAISMAN, Marina; BUSTAMANTE, Juana; CEVALLOS, Gustavo. “Córdoba: guía de arquitectura: 15 recorridos por la ciudad”. Ed. Municipalidad de la Ciudad de Córdoba; Sevilla: Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla, España, 1996.
[10] SÁNCHEZ NEGRETE, Ángela. “Evaluación y Balance de las Medidas para la protección del Centro Histórico de Corrientes” en: “El Patrimonio de las Ciudades- Experiencias y Posibilidades de la Preservación del Patrimonio Urbano en la Argentina 1980-1990”- Compiladores: TORRENT, Horacio; HEREDIA, Elina. Ed: CURDIUR. Rosario, Argentina, 1992.