sábado, 13 de octubre de 2012

Curia de Pompeyo‏


Dicen haber hallado el lugar donde mataron a Julio César

Según los investigadores fue asesinado en la Curia de Pompeyo, en Roma
MADRID.- El cine, el teatro y la pintura historicista del siglo XIX han contado en sobradas ocasiones el asesinato de Julio César, el noble y militar romano y uno de los miembros del primer triunvirato -los otros eran Pompeyo y Craso- que gobernó Roma en siglo I antes de Cristo.
Veinte siglos después, un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas liderado por el historiador Antonio Monterroso asegura haber hallado el lugar exacto donde el general que sometió a la Galia fue apuñalado y muerto el 15 de marzo del año 44 antes de Cristo por un grupo de senadores que conspiraron contra él.
El sitio de ese magnicidio está justo en el centro al fondo de la Curia de Pompeyo de Roma, el edificio que se utilizaba ocasionalmente para reuniones de los senadores. Julio César dejó este mundo mientras presidía una reunión del Senado en la Curia.
"Lo que hemos encontrado es una losa de hormigón de tres metros de ancho por dos de alto, una estructura que selló el lugar donde estaba sentado Julio César en aquella reunión", afirma Monterroso, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, que lleva desde el año 2002 en la investigación de esta zona. "Esa estructura no es original del edificio, que es del 55 antes de Cristo, sino que se colocó en torno al año 20 antes de Cristo por orden de Augusto, su hijo adoptivo y sucesor para clausurar la zona y condenar el asesinato de su padre", explica el investigador.
"Lo que aún desconocemos es si este cierre supuso también que el edificio dejara de ser completamente accesible", aclara Monterroso, quien recuerda que estos restos fueron descubiertos en la época de Mussolini, en 1929.

domingo, 5 de febrero de 2012

Exámenes Éticos

“Los exámenes finales de la Universidad de Wellesley [USA] se rigen bajo un código de honor. Los profesores preparan los cuestionarios para cada curso con antelación y las alumnas [es una universidad para mujeres ...] cuentan con una semana, en el transcurso de la cual pueden hacer el examen cuando gusten. Tan sólo tienen que ir a la oficina de registro, decir el día y la hora de la semana en que quieren hacer la prueba, acudir a un aula especial, recoger el sobre con las preguntas y contestar el examen. Un empleado vigila para que no copien y no se excedan de las dos horas de tiempo que se les permite. Lo del código de honor se refiere a un pacto de silencio: los exámenes de cada curso son iguales, e hipotéticamente nada impide que una alumna que se presente a Ética, por ejemplo, tal que un lunes, diga las preguntas al resto de sus compañeras de la clase, que tienen hasta el viernes para hacer la prueba. Nada lo impide, ya digo, sólo el pacto de honor.

- ¡Qué honor ni qué gaitas! – explica una de mis alumnas, que son de una lucidez pasmosa –. Lo que hace que este sistema funcione es la competitividad. Nadie dice las preguntas así la maten, porque todas quieren obtener la mejor nota.

Y sí, el sistema funciona aterradoramente bien. No hay una sola filtración, ninguna alumna habla, todas recelan. No se puede caer en la debilidad de soplar el examen ni a la mejor amiga; esto es la guerra.”

MONTERO, Rosa, Estampas bostonianas y otros viajes, s.l., Punto de Lectura, 2002