domingo, 1 de junio de 2008

El maestro guarnicionero. Adolf Loos.


En ornamento y delito. Colección Arquitectura y Critica. G. G.
Segunda edición. 1980. Barcelona, España. Pág. 90.


Érase una vez un maestro guarnicionero, un maestro hábil y bueno. Hacía sillas de montar con una forma tal que en nada recordaban a las de pasados siglos. Ni a las turcas o japonesas.
Es decir, sillas de montar modernas. Pero él no lo sabía. Sólo sabía que hacía sillas de montar. Tan bien como le era posible.
Llegó a la ciudad un curioso movimiento. Se llamaba Secession.
Pedía que sólo se produjeran artículos de consumo modernos.
Cuando el maestro guarnicionero oyó esto, cogió una de sus mejores sillas y se fue con ella a ver a un dirigente de la Secession.
Y le dijo: «Señor profesor —ya que el hombre interpelado lo era, pues los dirigentes de este movimiento fueron nombrados enseguida profesores—, ¡señor profesor!, he oído hablar de sus
Pretensiones. Yo también soy un hombre moderno. A mí también me gustaría trabajar de acuerdo con lo que es moderno. Dígame usted: esta silla de montar, ¿es moderna?»
El catedrático observó la silla y dirigió al maestro un largo discurso del que solamente distinguió las palabras arte y artesanía, individualidad, moderna, Hermann Bahr Ruskin, artes aplicadas, etc., etc. Pero el resultado fue: No, esta silla no es una silla de montar moderna.
El maestro se marchó de allí avergonzado. Y pensó, trabajó, y volvió a pensar. Pero a pesar de que se esforzaba mucho en cumplir las pretensiones del profesor sacaba siempre el mismo Modelo de silla de montar.
Afligido, se fue otra vez a ver al profesor. Le contó su pena.
El profesor observó los intentos que había realizado el maestro y le dijo: «Querido maestro, usted no tiene fantasía. Sí, sí, era esto. Evidentemente, él no tenía fantasía. ¡Fantasía! Pero no sabía que en la actualidad fuera precisa para hacer sillas de montar.
Si la hubiese tenido, seguramente se habría hecho pintor o escultor. Escritor o compositor. Pero el profesor le dijo: «Venga mañana otra vez. Estamos aquí para fomentar la industria y fecundarla con ideas nuevas. Quiero ver lo que puede hacerse por usted».
Y en su clase, propuso el siguiente concurso: Un proyecto de silla de montar.
Al día siguiente, llegó el maestro guarnicionero. El profesor pudo enseñarle 49 proyectos de sillas de. Montar. Sólo tenía 44 alumnos, pero cinco proyectos los había hecho él. Tenían que pasar a estudio por su interés. Durante largo rato miró el maestro los dibujos y sus ojos se iban aclarando cada vez más. Luego dijo: «Señor profesor, si yo supiera tan poco de cabalgar, de caballos, de la piel y del trabajo de ésta como ellos, también tendría fantasía».
Y vive feliz y contento.
Y hace sillas de montar, ¿modernas?
Lo ignora. Sillas de montar.