domingo, 17 de enero de 2010

Proyecto de Frank Gehry para el Museo de la Tolerancia en Jerusalén

Gehry, adiós al polémico museo
El arquitecto abandona el proyecto del edificio de la Tolerancia en Jerusalén - Su patrocinador, el Centro Simon Wiesenthal, ha reducido el presupuesto

JUAN MIGUEL MUÑOZ - Jerusalén

EL PAÍS - Cultura - 16-01-2010

Sobre el proyecto para construir el denominado Museo de la Tolerancia de Jerusalén, una iniciativa que no hace sino desatar furias por diversos motivos, se amontonan los escollos. El último, pero de gran relevancia, la espantada del arquitecto Frank Gehry, cuya empresa advirtió al Centro Simon Wiesenthal, patrocinador del museo, de que no podrá utilizar su diseño de titanio, cristal y piedra. El motivo de la retirada: la petición de la fundación para que el arquitecto redujera la magnitud de la obra y su coste financiero, que en plena crisis económica rondaba los 175 millones de euros. "Ya no estamos implicados en el proyecto", ha afirmado Craig Webb, uno de los socios de la firma Gehry Partners. Y, en efecto, en la página web del Centro Simon Wiesenthal, el apartado dedicado al Museo de la Tolerancia está en construcción. Cualquier referencia al proyecto inicial ha desaparecido. Mientras, los responsables de las instituciones, de la fundación y de la empresa del laureado arquitecto guardan silencio.

En todo caso, la fundación ya está buscando otro arquitecto para un edificio que se levantará en el predio que ocupa el cementerio musulmán de Mamilla, en pleno corazón de la ciudad santa, sobre una superficie de 30.000 metros cuadrados. El emplazamiento es causa de agria controversia porque las organizaciones islámicas en Israel consideran que el museo profanará la santidad de este campo santo en el que nadie es enterrado desde 1920.

El Tribunal Supremo autorizó la construcción en 2008, empleando un argumento curioso: en 1960 ya se construyó un aparcamiento en parte del cementerio y nadie protestó. No son sólo los religiosos musulmanes quienes se oponen a que prosiga la construcción. Rabinos judíos también consideran sagradas las tumbas, especialistas en arquitectura consideran que el diseño de Gehry era megalómano y que destrozaría la vida del antiguo barrio de Nahalat Shiva, que décadas atrás ya soportó la amenaza de ser derribado para edificar torres. Nunca se llevaron a cabo. En una de las ciudades más pobres de Israel, el faraónico diseño inicial de Gehry se topó también con el rechazo de sectores políticos inclinados a la izquierda y de ex diplomáticos israelíes que trataron de persuadir para que abandonara el proyecto al arquitecto nacido en Toronto (Canadá) en 1929. El actual alcalde de la ciudad, el derechista Nir Barkat, ha asegurado: "No veo que haya ningún problema con la ubicación". Los hay. "Hay algo profundamente inquietante en la idea de situar un museo de la tolerancia en un lugar donde los musulmanes han estado sepultando a sus muertos durante 800 años", ha respondido el rabino estadounidense Eric Yoffie.

El caso es que, en pocos años, las murallas alzadas por Suleimán el Magnífico a mediados del siglo XVI son cada vez menos visibles desde sus inmediaciones en el lado occidental de la ciudad. Centros comerciales y hoteles han borrado una vista que podía contemplarse sólo hace un lustro. Pero otras disputas versan también sobre el propio objeto del museo: las tradiciones judías y las relaciones de Israel con los países árabes, marcadas por cualquier nota distintiva salvo la de la tolerancia.

También está en guardia el Museo del Holocausto de Jerusalén, que no desea que el genocidio perpetrado por los nazis sea abordado en el futuro museo, cuyo autor, diseño y estilo son ahora una incógnita.

Proyecto de Frank Gehry para el Museo de la Tolerancia en Jerusalén

Una cruzada de desventuras

ANATXU ZABALBEASCOA

EL PAÍS - Cultura - 16-01-2010

Mientras el cementerio judío del Monte de los Olivos se convertía en Patrimonio Histórico, otro antiguo campo santo de Jerusalén, en el barrio musulmán de Mamilla, pasaba a ser solar del Museo de la Tolerancia que debía levantar Frank Gehry: malos cimientos. Parte de una generación de museos más interesada en inculcar valores que en mostrar riquezas, éste iba a ser el más caro y el mayor del mundo. La tolerancia tenía números: 250 millones de dólares (unos 175 millones de euros) y 30.000 metros cuadrados.

La idea partía de una fundación de Los Ángeles, el Centro Simon Wiesenthal, con un centro similar que, sin envoltorio arquitectónico, atrae desde 1993 a 350.000 visitantes al año. Tras transformar Bilbao con el Guggenheim, el arquitecto de origen judío Frank Gehry podía parecer apropiado desde el otro lado del Atlántico, pero sonaba a película de Hollywood en Israel.

La historia del museo que se ha quedado sin arquitecto no ha sido fácil. Nunca lo es. Un edificio, cualquiera que logra construirse, está siempre plagado de renuncias. De renuncias y de empeños. Cuanto mejor es el arquitecto, más renuncias es capaz de reconducir. Los mejores consiguen adaptarse y a veces incluso crecerse con esas dificultades. No va a ser el caso. Desde que el Rabino Marvin Hier anunció en 2002 la construcción del museo "con forma de frutero" las obras han sufrido una cruzada de desventuras. Al principio se toparon con la oposición generalizada de judíos y palestinos que, irónicamente, sí parecían unidos contra el proyecto. Los foros de Internet también clamaron contra una obra que parecía ser particularmente tolerante con los promotores, ansiosos por llevar una atracción turística al viejo Jerusalén. También la crítica le dio la espalda. Para The New York Times los bloques de piedra del edificio evocaban incómodamente un inmueble destruido. La prensa local asumió un grito de guerra: "Jerusalén no es Bilbao".

Cuando comenzaron a exhumar cuerpos del antiguo cementerio, la Corte Suprema paralizó las obras durante dos años. Pero el invierno pasado permitió continuarlas. La razón argüida: "El valor del nuevo museo sobrepasaría las fronteras israelíes". Gehry, llamado Ephraim Goldberg antes de emigrar de Toronto a Los Ángeles, afrontó las exigencias y desventuras del proyecto: desde su presentación a cargo del hijo de un nazi austriaco, el gobernador Arnold Schwarzenegger, hasta las protestas generalizadas. Con 80 años, continuó al frente de las obras hasta que algo le ha parecido inadmisible: reducir el tamaño del proyecto.